miércoles, 11 de febrero de 2009

EL ROCOCÓ

EL ROCOCÓ



Contexto histórico y social. Su precedente se sitúa en los inicios del siglo XVIII coincidiendo con la regencia de Felipe de Orleans, cuando empezaron los tímidos cambios que anunciaban el final del estilo tardo barroco y su evolución hacia la expresión de un gusto más contemporáneo, independiente y hedonista, contrapuesto al arte oficial, inflexible y ostentoso del reinado de Luis XIV. La transición del Rococó, también conocido como el «estilo Luis XV», a nuevas formas y expresiones artísticas, empezó hacia el 1720. Las excavaciones entre 1738 y 1748 de Pompeya y Herculano y su divulgación despertaron una verdadera fascinación por el «gusto a la griega», embrión del que, una vez consolidado, conoceríamos como Neoclasicismo y que coincide con el reinado de Luis XVI.

Este estilo, llamado en su tiempo «del gusto moderno», fue despreciado por sus críticos y detractores neoclasicistas con la palabra Rococó, que es una composición de «rocaille» (piedra) y «coquille» (concha marina), puesto que en los primeros diseños del nuevo estilo aparecían formas irregulares inspiradas en rocas marinas, algas y conchas. Otras versiones buscan el origen en rocaille, un tipo de ornamentación de los decoradores de grutas de los jardines barrocos y que se distinguía por su profuso ensortijamiento. A pesar de la intención peyorativa de esta denominación, que pocos historiadores actuales todavía apoyan, el Rococó es un ejemplo de cómo el arte es la inmediata expresión de la vida social y de cómo un estilo se hace a medida del individuo, de cómo las viviendas y los objetos se diseñan para los hombres y no sólo para dioses y monarcas.

El estilo se expresa sobre todo en la pintura, la decoración, el mobiliario, la moda y en el diseño y producción de objetos. Su presencia en la arquitectura y la escultura es menor, puesto que su ámbito natural van a ser, fundamentalmente, los espacios interiores y en menor grado las composiciones monumentales.